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domingo, octubre 22, 2006

CRONICAS DEL CONCIERTO DE SPRINGSTEEN EN VALENCIA



PERIODICO LEVANTE

Springsteen echa raíces
Valencia se quitó ayer una de sus espinas musicales con la visita de uno de los iconos del rock moderno. Nunca antes Bruce Springsteen había actuado en la ciudad, y se notó en el ansia con el que miles de fieles asistieron a la gran cita. El lugar, el estadio Ciutat de València. La excusa, el último disco del Boss, «We shall overcome»; aunque, en realidad, la única justificación para todos era la de estar cerca de su ídolo, al que muchos siguen, de concierto en concierto, desde hace años.

R. S./R. R., Valencia

A las diez y cuerto de la noche, Springsteen abrió las puertas del saloon y dijo «bona nit». Era el aviso de lo que se avecinaba en la que era su primera visita a Valencia. Y se lanzó de golpe con un audiencia, entregada de antemano, que cubría cerca de tres cuartas partes del estadio Ciutat de València.

Al acabar el primer tema, avisó: "Vamos a divertirnos». Porque lo que se avecinaba era una noche del más puro folk envuelto en un sonido en el que, a diferencia del que alcanza con la E Street, se trataba de revisar la más pura esencia de la raíz americana: el folk de Peter Seeger envuelto por una banda de 17 músicos, mucho sonido de viento, banjos, guitarras acústicas y violines, pero sin miedo al soul.
La escena lo acompañaba. Telones rojos y lámparas del techo al estilo del medio oeste, donde una Johnny 99 sonaba tan apabullante que para muchos llegó a pasar desapercibida. Este Springsteen perdedor no es el que huye de la ciudad en un Cadillac con una chica, sino el que pone la mirada en la progresía y los homenajes a Jesse James, Oklahoma Atlantic City; la América más dura, la de Old Dan Tucker, pero con aire muy festivo. Y eso a la audiencia le daba igual porque, pese a todo, sobre el escenario hay mucho artista y un tipo capaz de convertir algo tan lejano como el folk rebelde americano de Peter Seeger en algo vibrante y próximo.
Hasta que sonó The River, una versión que, pese a los cambios que le pueda introducir, sigue siendo tan emocionante como la que dio título a uno de los grandes discos de su carrera y que anoche recuperaba para delirio de sus seguidores, que a la hora del cierre de esta edición continuaban entregados a un músico que debe una visita con su cara más rockera.

Hervidero de fieles

Desde primeras horas de la mañana, los aledaños del estadio Ciutat de València se convirtieron en un hervidero de fieles. Muchos de ellos forman parte de una comitiva que se desplaza por toda España al ritmo que marca el Boss. Tienen procedencias diversas, pero un único afán: seguir a Springsteen en sus directos allá donde sea posible. Es el caso de Laura y Alfredo, una pareja de catalanes que llevan años detrás del músico estadounidense. Eran conscientes de que toca en su ciudad, pero no habían querido perderse el resto de conciertos: «Llevamos años siguiéndole -aseguraban-. Habremos visto decenas de conciertos suyos, pero cada uno es diferente. Además, esta gira está siendo totalmente nueva. Es extraño no verle interpretando sus clásicos, pero el repertorio también es de primera».
Un atisbo de sinceridad asomaba a sus ojos, sin embargo, cuando afirman, sin dudarlo: «Nos gustó más la gira con la E Street band». Era una frase compartida por casi todos. Pero no de manera unánime. En el improvisado campamento construido alrededor del Gol Alboraia del estadio del Levante, las opiniones eran para todos los gustos. La emoción era palpable, principalmente, entre los más jóvenes, aquellos que nunca habían visto a Springsteen en directo, y que forman parte ya de algo parecido a un culto, una fidelidad que se transmite de padres a hijos. Como Daniel, con apenas 16 años y sentado durante horas, para garantizarse un buen lugar durante el concierto. Reconocía que fue su padre el que le inoculó el «virus Springsteen», pero que ahora ya vuela solo en lo que se refiere a su pasión: «Mi padre no me ha acompañado. Ya lo ha visto un par de veces, hace años, y me ha dejado solo ante el peligro. Yo tenía que venir. Era imprescindible. Llevo años deseando asistir a un concierto suyo y esta oportunidad estaba demasiado cercana como para desaprovecharla. Me da igual que venga con su repertorio o con otro, para mí es un momento único».

Caravana en marcha

Mientras los fans esperaban, por centenares, a las puertas del estadio, poco a poco se fue construyendo la parafernalia que acompaña a cada gira de Springsteen. Camisetas, bocadillos, objetos de recuerdo y todo tipo de artículos relacionados con un artista peculiar, de culto, y con una capacidad de convocatoria nada convencional.
Después de Valencia, emprenderán marcha hacia la próxima cita. Será en Granada, hoy mismo. A muchos les espera una intensa jornada de viaje, en plena noche, para no faltar a la cita. Luego llegarán Barcelona, la ciudad fetiche del rockero, y el fin de fiesta, en Santander. En total, cinco ciudades y miles de kilómetros a las espaldas del cantante y de sus más fieles.

La anécdota del concierto fue que el jefe de mantenimiento del recinto levantinista, Raimon, estrenó al «Boss» en la degustación del plato típico valenciano. Como lo contamos. Raimon cocinó una paella de verduras -el rockero de New Jersey es vegetariano- en el mismo césped, a pocos metros del escenario, y le ofreció un plato. Springsteen no sólo se la comió, sino que quedó encantado. Ahí no quedó todo. Luego, le obsequió con una camiseta del Levante UD con el dorsal 12.


LA VOZ DIGITAL por Vicente Lafora

Springsteen, honestidad brutal

Andrés Calamaro bautizó su segundo trabajo con el título de honestidad brutal. El artista argentino, al igual que en El Salmón, entregó todo su talento en aquellas sesiones maratonianas. Hoy, en Valencia, el Boss ha demostrado, una vez más, que en honestidad no le gana nadie, ni el propio Calamaro. Jon Landau, su manager, cuando lo vió en el 76, describió la actuación del poeta urbano de New Jersey, con esta simple pero directa confesión "he visto pasear sobre el escenario el rock and roll en estado puro". Treinta años después de aquella actuación, Valencia se ha rendido ante el inagotable e incansable derroche de energía, de fuerza, de talento, de magia que desprende Springsteen...

Para los valencianos seguirle ha supuesto hacer kilómetros, rodar en la carretera -Thunder Road- y conducir, Drivel All Nigth, de vuelta de Barcelona, Madrid... Montpelier (¡¡que concierto aquel, todavía conservo como oro en paño la entrada de aquella gira!!). Pero hoy, tras el concierto de Badalona, Springsteen me ha puesto la carne de gallina. Ver al Boss en Valencia ha sido como un sueño hecho realidad. Ha sido un "chute" de adrenalina, de sentiment, de pasión. El concierto ha sido una bala directa al corazón, pero en sol, fa, mi, re, do.

¡¡Que concierto!! He visto andar sobre el estadio del Ciudad de Valencia, junto a la guitarra de Sprignsteen la esencia viva del blues, del blue grass, del soul, del regaee, del country, del folck, del rock... Sprignsteen ha vencido al tiempo y al espacio y ha transformado el estadio del Levante en un callejón -Backstreets- de Nueva Orleans. Ese es su encanto, su duende, su brutal fuerza.

Al igual que en Badalona, hoy he visto caminar bajo la noche, Like a spirits in the night, la sombra de Pete Seeger, Woodi Guthrie, Kenny Neal, Taj Mahal, Clarence "Gatemouth" Brown, Etta James... Todos ellos, al cerrar los ojos, se han fusionado -entre los acordes de su banda y su voz ronca y la de sus coros, que brotan desde lo más hondo de sus gargantas- con el ambiente de cantinas y tabernas irlandesas. En mi mente fluían, como diría Ramoncín en Arañando la ciudad, "Litros de alcohol" sobre nubes de cerveza y whisky mezclados, como en un cocktail, con los decibelios acústicos que derrocha su banda. Ha sido como si Bruce y sus chicos se hubieran transformado al entonar Old Dan Tucker, Jesse James, John Henry, My Oklahoma Home... en los Chieftains, Alasdair Fraser, Aly Bain, Phil Cunningham, Pogues...

We shall over come, es una perla de gira, un rubí, que brilla con la misma intensidad que el fondo rojo de su escenario. Cien por cien música sin aditivos, sin complementos, sin trampas, a tumba abierta. Springsteen, sigue demostrando que encima de un escenario es el Boss, un trueno, un torbellino, un huracán, una traca de música que te sacude hasta que te rindes, hasta que revientas de placer envuelto y embriagado en una orgía sinfónica.

Hoy, como dice mi amigo Guillermo, Springsteen se ha versioneado a si mismo... Growin up, The river, Johnny 99, You can Look (But you better not touch)... Cada concierto sigue siendo una experiencia nueva. El Jefe no defrauda. Bajo la luna de Valencia, Carlos Segarra también hubiera quedado cegado por su luz -Blinded by the light-.

¡Qué tipo! Todavía sigue disfrutando y haciendo disfrutar. La entrada, lo que pagas por verle lo vale, porque se lo curra, se lo trabaja duro, "Working to hard", en boca de Paul Collins. El Boss simboliza y encarna la honestidad brutal en la Jungla del pop. Springsteen es mucho más que un músico, es un romántico, que, pese a estar en la cima del estrellato, sigue mostrando en vivo su pasión por la música.

Yo diría que es el obrero del rock, o como diría Calamaro, un artesano de canciones que te engancha con su alma y letras de soñador y vagabundo errante y que, pese a los años andados, todavía le sobran pulmones para -como entona Raimundo Amador- Dar candela, simplemente porque "nació para correr" y "armar las de Caín" encima de un escenario.


LA VANGUARDIA (Agencia EFE)

Bruce Springsteen conquista Valencia con espíritu del viejo Oeste
Valencia. (EFE).- El músico estadounidense Bruce Springsteen revivió esta noche en Valencia el espíritu del viejo Oeste con un concierto de folk americano, en el que banjos, violines y coristas rememoraron el ambiente de un saloon y fluyeron hacia contundentes muestras de blues, jazz y rock and roll.

En el segundo concierto de su gira por España y su primera actuación en Valencia, las cerca de 25.000 personas que acudieron al estadio Ciutat de Valéncia presenciaron una recreación musical y escénica de aquel mito orquestal, encarnado hoy por los diecisiete músicos de la Seeger Sessions Band y por el comprometido talento del rockero de New Jersey.

'El Boss' no ha basado su trayectoria en la evolución experimental de los sonidos, sino en esquemas clásicos de composición, en instrumentos cotidianos y en elevadas dosis de genio y protesta artística; cualidades que le habilitan para homenajear al perseguido Pete Seeger en un recital de casi dos horas y media y conseguir que el público vibre sin reclamar sus grandes éxitos.

Con quince minutos de retraso sobre la hora prevista y bajo un austero escenario flanqueado por la banderas española y estadounidense, Springsteen dio comienzo con 'John Henry' a un exhaustivo y festivo recorrido por las raíces de la música americana, en la que no necesitó de los 'Born in the USA' para conectar enseguida con su público.

Le siguieron temas como 'Old Dan Tucker' y 'Eyes on the prize', y con ellos llegaron los ecos cinematográficos de 'Jesse James', en la que la banda recuperó la leyenda de los forajidos del viejo Oeste y recordó a los sonidos que Bob Dylan y Sam Peckinpah inmortalizaron en 'Pat Garret & Billy the Kid'.

Destacó, no obstante, el contraste entre la actitud reivindicativa del músico norteamericano y el conservadurismo de una gira europea ceñida a un estricto guión, fortificado por los mejores músicos con los que se puede contar para este tipo de espectáculos.

La fiesta de cawboys se trasladó paulatinamente a espacios más próximos, como la sala de cabaré evocada por la sección de viento en temas como 'My Oklahoma Home', y desembocó en momentos íntimos, como su particular revisión del clásico 'The river'y en 'Devils & Dust', con la que Springsteen justificó la calidad de su trabajo homónimo previo al rescate de Seeger.

Asimismo, con 'Mrs. McGrath' reivindicó los orígenes irlandeses del folk americano, importados y adaptados del Viejo Continente como el resto de las esencias de la cultura norteamericana.

Había transcurrido gran parte del concierto, entre canciones perseguidas por el Comité de Actividades Antiamericanas y destellos de gospel, y nadie echaba de menos los viejos éxitos del veterano músico, ni de la E Street Band, gracias a composiciones como 'Jacob's Ladder', momento culminante en el que, ejerciendo de predicador, certificó la vigencia de su voz y levantó hasta las gradas más lejanas del estadio.

Hubo tiempo para el rock de los 80 ('You can look'), el reaggae, el intimismo patriótico ('My city of ruins', en homenaje a la Nueva York posterior al 11-S) y la revisión religiosa de un himno tan popular como 'When the Saints go marchin' in', que dio paso a los dos trallazos sonoros del viaje más americano que ha visto Valencia en muchos años, con 'This little light of mine' y 'American land'.

En ese momento, miles de personas puestas en pie se rindieron al 'Boss' durante diez minutos finales que hicieron temblar el estadio en un baile colectivo de homenaje a la música norteamericana, a los salmos, las leyendas de bandidos, los desamores de la Costa Oeste y la búsqueda de la salvación a través de una melodía.

Granada, Barcelona y Santander se preparan ya para su ración de historia. Bruce Springsteen es el profesor que, para este curso, ha decidido que aprendamos de dónde viene la música con la que hemos crecido.